15 kilómetros en 7 días y 3 ciudades

Correr quince kilómetros en una semana, ya de por sí, es un logro. Hacerlo en tres países lo ha complicado aún más, especialmente cuando la primera carrera tuvo lugar a finales de agosto en Rumanía, después de varios días atiborrándome a schnitzels, micis y bere. 

El escenario de la carrera, sin embargo, me ayudó a soportar la pesadez en las piernas. Me encontraba corriendo en el estadio vacío de Piatra Neamt, el lugar donde el equipo de fútbol FC Ceahlăul batalla por algún día superar la tercera división. A pesar de la modesta liga en la que disputa sus partidos, el escenario en el que juega es espectacular, principalmente por las montañas que se alzan a cada lado de los graderíos y que dan nombre al club.

El macizo de Ceahlău forma parte de los famosos Cárpatos, que son ineludibles en Rumanía. Sus 15.000 kilómetros de cadenas montañosas quiebran el país en dos, le otorgan gran parte de su belleza y provocan que cualquier viaje en coche sea especialmente entretenido, siempre que se haga con paciencia, puesto que el paso por el puerto de las montañas hay que hacerlo despacio.

Con esta paciente actitud conseguí terminar los primeros cuatro kilómetros de mi reto. Los siguientes los corrí en un escenario muy diferente: entre campos de cultivo, en mitad de Castilla. Más concretamente, en un camino rural en las lindes entre Madrid, Cuenca y Toledo. El trasfondo para mis pisadas no podría haber cambiado más con respecto a la anterior carrera. Del verde que cubre las montañas de Rumanía, al rojo de la tierra que iba dejando a los lados del camino. 

Sí encontré, sin embargo, una similitud entre ambos países: los mismos campos de girasoles con los que me había cruzado varias veces viajando por Rumanía me los encontré de nuevo aquí, en mitad de estos campos de Castilla que normalmente albergan sandías y cebollas. Puede que esta proliferación de girasoles por ambos confines de Europa sea una señal más de las consecuencias de la triste invasión a Ucrania. 

Quizá fueran las ganas de quitarme los pensamientos negativos de la cabeza, quizá fue que las piernas ya se me habían desentumecido gracias a la carrera del lunes, pero el caso es que en este segundo hito de mi humilde reto sobrepasé mis estimaciones y terminé corriendo más de 7 kilómetros a un ritmo mucho más rápido de lo habitual. Mi objetivo ya parecía mucho más factible que el primer día.

A pesar del renovado optimismo, no contaba con que Viena, el escenario de mi última carrera, me iba a recibir con toda su “otoñosidad” de frente. Con un solo día para completar el reto, el domingo decidí que no podía rendirme tan cerca del objetivo y me puse las zapatillas, a pesar de la lluvia, el viento y de que sabía que me iba a encontrar con más turistas de lo habitual en los jardines de Belvedere. Este lugar es uno de las atracciones más visitadas de Viena y, por desgracia, también la zona verde más cercana a mi casa. 

Después de unos meses viviendo en la capital de Austria, ya he aprendido a qué horas puedo acercarme hasta este magnífico lugar para trotar tranquilo, sin mucha compañía, y sentirme como un príncipe austriaco disfrutando de un parque diseñado por uno de los arquitectos que también planeó Versalles. Estos jardines, que más bien parecen un parque temático del barroco, son en realidad el lugar perfecto para correr: los largos caminos de grava permiten desconectar mientras uno se entretiene viendo setos perfectamente recortados, tilos creando formas geométricas y estatuas de ninfas y diosas que te miran con cara plácida cada pocos metros. 

Lamentablemente, el horario tranquilo para correr no incluye, de ninguna manera, los domingos, especialmente en agosto, el mes del turismo por antonomasia. A pesar de todos los factores adversos, me sorprendí a mí mismo sonriendo mientras me quitaba el agua de la cara y zigzagueaba entre grupos de turistas con chubasquero que hacían cola para visitar el célebre cuadro de El Beso de Klimt y se arremolinaban para sacar el mejor selfie frente al palacio de Belvedere. 

Al terminar los últimos kilómetros del reto, sentado en uno de los muchos rincones idílicos de Belvedere, reconté los kilómetros que había hecho durante la semana y me di cuenta de que me había pasado, al final fueron más de 16 kilómetros en tres destinos europeos, a cada cual más diferente del anterior: de la explosión verde de las montañas rumanas, a las áridas llanuras castellanas, hasta este parque vienés, construido con escuadra y cartabón. Los tres lugares han cabido en una semana, 16 kilómetros y 777 palabras.

Autor: Nacho Urquijo

Foto 1: el palacio de Belvedere. Autor: Thomas Ledl 
Foto 2: el estado Ceahlăul. Autor: Lonutzmovie
Foto 3: los campos de Castilla. Autora: Andreea Mironiuc
Foto 4: los jardines de Belvedere. Autor: Gugerell

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