México D.F.

Sólo damas

Por Almudena Barragán

Tacubaya es el infierno. Un averno de escaleras mecánicas paradas, calor y superpoblación. Tacubaya es una de las estaciones más transitadas por las hormiguitas cada día en Distrito Federal. Tiene el color de los colores mezclados. Café, rosa y naranja para unir el sur con el norte; y el este con el oeste. (más…)

México D.F.

Distrito Federal: ciudad para supervivientes

Por Almudena Barragán

En la ciudad de México -Distrito Federal- todo es a lo grande. Las calles, las plazas, las distancias, el tiempo.

Desde que tu avión empieza a aterrizar, te das cuenta de la inmensidad del «hormiguero» que aloja a más de 21 millones de personas. 21 millones de historias. 21 millones de vidas que intentan tomar el metro a la vez que tú en hora punta.

Hace poco leía en una pared que el DF es para supervivientes, y cuanto más vivo en esta ciudad, más lo creo. Si no has corrido peligro de que te atropellen un par de veces al día, no has sentido opresión en las costillas al intentar subir al metrobús abarrotado de gente en la glorieta de Insurgentes, Moctezuma no se ha vengado de ti al comer en un puesto de tacos en la calle, no te has «enchilado» por principiante pegándole un mordisco a un chile habanero -el más chiquito y el más picoso de todos-, o si no has acabado cantando a pleno pulmón con un grupo de mariachis en Garibaldi, no has vivido del todo en «DFctuoso».

Llegué a «Chilangolandia» hace casi dos años con una maleta, una mochila y una caja de madera llena de cartas y fotos de gente querida.

Mi familia pensaba que estaba loca, que se me pasarían las ansias de viajar en un rato. Todavía recuerdo aquella paella de domingo en casa de mis abuelos, bañada en lágrimas. Que si ya no iba a volver, que si me iba muy lejos… Al final volví a Madrid, pero sólo de vacaciones.

Después de trabajar tres meses en DF, cuando tenía que marcharme, la ciudad monstruo me invitó a quedarme un poco más, y un poco más. Y aquí sigo.

Supongo que como pasa con la mayoría de ciudades grandes, o las odias o las amas. La Ciudad de México no es una excepción. Aunque son tantas las cosas mágicas que pasan en cada esquina, que apenas hay hueco para el resentimiento, y si no, no hay nada que una buena michelada y una sopa de tortilla no curen.

Antes de llamarse México, la ciudad era conocida como Tenochtitlan, la gran capital del imperio azteca, asentada sobre un lago y rodeada de volcanes. Los aztecas dominaban todo el valle en el que vivimos metidos como hormigas. Así es, vivimos sobre un enorme lago desecado, obligado a desaparecer; y que a pesar de no verse, sigue ahí, igual que la gran Tenochtitlan.

De la ciudad azteca sólo quedan vestigios y piezas guardadas en museos, pero su esencia se puede apreciar en la gente, en la música, en la comida, en los ritos y bailes; en la cara y en el alma de los capitalinos. Una idiosincrasia mitad indígena, mitad criolla que me fascina.

En México caben muchos méxicos. Algunos alegres, otros muy tristes. Este país no sólo tiene todos los colores del mundo, sino toda la escala de negros y grises enlatados que puedas imaginar.

¿Que por qué sigo en México?

Cuando le dices adiós a esta ciudad, le pides a la vez que nunca, nunca te olvide, como en la canción de José Alfredo. Y porque como cantaba Chavela, “uno vuelve a los viejos sitios donde amó la vida”, y yo en México he aprendido a querer a esta perra vida un poco más.

Autora
http://hemisferiozero.com/author/almudena/
@Muna_Bargan

Foto de portada: Alonso Crespo