Llegó el otoño a Viena, pero no lo parece

Por Nacho Urquijo.

Llegó el otoño a Viena y le ha pillado desprevenida. Sus habitantes, que todavía disfrutan de un sol primaveral inexplicable a mediados de noviembre, pasean confundidos entre las calles de la ciudad. Lo mismo te cruzas con un transeúnte abrigado hasta las cejas que con otro en camiseta. Se puede ver a gente patinando en pistas de hielo medio derretidas y a trabajadores descansando al sol durante la pausa de la mañana.

¿Ya ha llegado el invierno? La oscuridad que se cierne sobre Viena a las cuatro y media de la tarde, cuando ya ha anochecido, podría indicar que sí. Durante varias horas sin luz, está claro que la Navidad está a la vuelta de la esquina. Un paseo por los supermercados lo corrobora. Ya es posible comprar decoración y dulces típicos navideños, como figuras de chocolate de San Nicolás y el demoníaco Krampus… ¿El demoníaco Krampus? Sí, al parecer en todos los países que rodean los Alpes, el día antes de la llegada de San Nicolás (Santa Claus para Coca-Cola), un ser maligno se pasea por las calles buscando a niños que se hayan portado mal. La pesadilla de los chiquillos austriacos no es recibir carbón en lugar de una PlayStation, sino que un monstruo con apariencia de demonio rural se los zampe, con la connivencia de San Nicolás, que solo premia a los que se portan bien. 

Otro signo de que está llegando el invierno a Viena se puede encontrar en la construcción de sus famosos mercados de Navidad. En Karlsplatz llevan desde finales de octubre levantando un verdadero poblado. Está bien apoyado por una infraestructura digna de una pequeña ciudad: el mercado cuenta con modernos baños, un pequeño ferrocarril, multitud de generadores, reservas de leña y un mapa para no perderse entre los puestos que venderán punsch, glühwein y salchichas a todo turista y oriundo que se pase por aquí.

Todas estas señales indican que el invierno ya está a la vuelta de la esquina en Viena. El problema es que durante gran parte de las dos primeras semanas de noviembre, el sol ha querido llevarle la contraria al tiempo, pegando con fuerza y provocando una sensación que solo había experimentado con regularidad en Madrid. La de cerrar los ojos, sintiendo el aire frío y límpido de la mañana, mientras el sol pica sobre la cara, haciendo crepitar la piel de felicidad.

Seguiremos avanzando noviembre, cruzando los dedos para que el sol nos siga acompañando en este primer invierno en Viena y para que Krampus tenga piedad de un recién llegado a la ciudad.

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