Por Nacho Urquijo.
Llegó el otoño a Viena y le ha pillado desprevenida. Sus habitantes, que todavía disfrutan de un sol primaveral inexplicable a mediados de noviembre, pasean confundidos entre las calles de la ciudad. Lo mismo te cruzas con un transeúnte abrigado hasta las cejas que con otro en camiseta. Se puede ver a gente patinando en pistas de hielo medio derretidas y a trabajadores descansando al sol durante la pausa de la mañana.
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