Por Laura Ledo
En la lucha de Hong Kong, quien aprecia la tranquilidad de los días, se agobia. Aquí no hay horizontes anchos o espacios abiertos. El cielo está un poco más lejos, más alto que en la planicie castellana o los acantilados de Fuerteventura. Como si las colmenas en las que se aprietan las familias hongkonesas explicitaran, midieran exactamente la distancia entre el sol –estos días escondido– y la tierra. Como escaleras, grises y vivas.
El Año Nuevo Chino, el del Mono, trajo (más) movimiento a la ciudad. Los días de fiesta, el metro estaba lleno pero diferente: la prisa era distinta. Los templos estaban repletos, los restaurantes –los pocos que quedaban abiertos– muy solicitados. El año nuevo chino es una celebración principalmente familiar. Así como en España aprovechamos para salir a las calles y con los amigos después de las cenas –también antes, a tomar unos vinos–, aquí se reúnen en sus casas y comen juntos. Algunos alumnos me han contado claves de la buena suerte en estas fechas:
- Comer copiosamente
- Comprar ropa nueva
- No cortarte el pelo
- Colocar una cajita con frutos/golosinas en casa
Intuyo que me faltan muchas otras, pero los niños son sabios: el primero es mi preferido. Lo voy a importar a España en cuanto pueda.
Hay que entrar a los templos con cuidado: no se debe pisar la madera de la puerta que separa el recinto sagrado del exterior. En uno de los que visité, al hacer el gesto de esquivarlo, me vi entrando por la inmensa puerta de madera de la Facultad de Filología en Salamanca. El eco de los pasitos minúsculos al pisar la piedra. A ambos lados las inscripciones latinas. Otro tipo de “sagrado”.
No ha acabado la resaca de la fiesta. La celebración dura unos 10 días y todavía se pueden oír los tambores de los bailes del dragón en algunos edificios y calles. Hoy mismo, mientras caminaba para ir a comer algo en un restaurante japonés –muy rico, por cierto–, un dragón rojo se balanceaba en la acera estrecha. Con el paso de los días todo va, sin embargo, volviendo a lo que se supone normalidad. Ya no hay tantos carteles rojos, monos y naranjas en cajitas. De todas maneras, a mi todo me sigue fascinando.
Texto:
Laura Ledo
@lauraledo7
Publicado originalmente :
frenandoladeriva.wordpress.com