Entró Goran Bregović luciendo un impoluto traje blanco en el escenario y lo primero que hizo fue presentar a sus músicos: “this is my band for weddings and funerals”, su grupo para bodas y funerales.
Y lo cierto es que lo parecían. Dos señoras búlgaras que rondaban la edad de la jubilación vestidas con coloridos vestidos folclóricos, varios hombres con camisa blanca y chaleco negro sosteniendo instrumentos de viento y luciendo diferentes grados de barrigas prominentes y, junto al inmaculado Goran, un hombre de tez de aceituna y camisa negra con adornos brillantes, encargado de la percusión y, lo más importante, el responsable de la voz.
Todo parecía fuera de lugar sobre el escenario de aquel grandilocuente teatro comunista, construido para abrumar a las masas -masas, por otra parte, apiñadas en estrechos asientos de madera-. Y el caso es que, en el momento en que Goran marcó el ritmo y la banda de las bodas y los funerales empezó a tocar, nada podría haber sonado mejor en aquel momento. El variopinto grupo se hizo dueño del escenario con una naturalidad pasmosa y cada miembro de la banda se convirtió en la persona más hermosa del mundo.
Una de las integrantes del coro. Foto: Saad Kurdi.
Goran, nacido en Sarajevo hace 68 años y famoso, especialmente, por ser el compositor de la banda sonora de la mayoría de películas de Emir Kusturica, es un hombre venerado en Rumanía. La razón, su música balcánica ha sabido unir a una docena de países que, en cualquier otra circunstancia, se suelen ver enfrentados. Búlgaros, rumanos, serbios, croatas, eslovenos, griegos, turcos… Todos bailan el mismo ritmo y Goran es su gran intérprete.
“Hoy vamos a interpretar canciones en varios idiomas”, explicó Goran antes de que su cantante principal empezara a entonar una alabanza al “vino tinto” y la “fiesta”. Y así fue, después del español vino el búlgaro, el árabe, el hebreo, el bosnio y el italiano…
Goran en su salsa. Foto: Saad Kurdi.
El español vuelve a aparecer en su nuevo disco, ‘Three letters from Sarajevo’. En el disco de estudio, cantante de nuestro escenario deja espacio a otras voces más conocidas, como la de la extremeña Bebe, que pasea su desgarradora voz sobre trompetas y panderetas; y el israelí Asaf Avidan, hípster primigenio, que también canta sus notas quejosas en español: “Baila conmigo, baila la última vez”.
El auditorio de la sala Palatului, diseñado para escuchar piezas con el cuerpo sentado y recto, acabó por rendirse a este hombre vestido de loco y su banda magnífica, bailando en pie, abarrotando los pasillos y haciendo lo que se debe hacer cuando cuatro señores con trompetas y dos jubiladas con flores en la cabeza cantan sobre kalashnikovs, partisanos y vino tinto.
Texto: Nacho Urquijo.
Fotos: Saad Kurdi.
Publicado originalmente el 11 de julio de 2018