Por Laura Ledo
Hong Kong no estaba a 7000 km de distancia. Quien me hizo el cálculo de la separación ineludible se quedó corto. Digamos que está muy lejos. Y yo estoy aquí desde hace dos semanas. Al poner el pie en el taxi más viejo que vi nunca y mirar por la ventana lo que podía de los rascacielos, pensé que me había equivocado alejándome de “los míos”. Pero es mejor evitar el pánico.
Dos semanas me han dado para entender que aquí la gente siempre tiene prisa. Que las instalaciones están inteligentemente preparadas para no perder el tiempo. Que las colas son enormes pero se mueven rápido, como los cuatro ascensores del edificio eterno en el que cada día enseño español y en los que es raro escuchar Good morning pero habitual excuse me cuando se quiere salir y estamos como sardinas en lata. Las casas son pequeñas y diré que frías: ha coincidido mi llegada con la mayor ola de frío que vive esta zona del planeta desde hace unos 70 años. Ajá. Ya lo echaré de menos cuando llegue la estación del derretimiento.
Dos semanas me han bastado para entender que aquí hay de todo. Innumerables restaurantes te acercan la gastronomía del Mundo a Hong Kong Island, además de la variedad de establecimientos locales donde puedes descubrir auténticos manjares –o arrepentirte de la elección porque hay algún aderezo que no se lleva bien con tu paladar occidental–. Avenidas infinitas de flores pero también de neones: Gucci, Louis Vuitton, Dolce y Gabbana. El lujo más absoluto en Central y la “vida real” para los demás mortales en Kennedy Town. Los templos adornados de rojo y abarrotados en el Año Nuevo Chino, en los que la gente toca la estatua del mono y pide buena suerte o agita el incienso frente a los altares y reza. Familias que dejaron de correr hoy y pasean por la ciudad, porque es fiesta; un jardín chino precioso que protege un templo budista silencioso y tranquilo, rodeado de rascacielos, colmenas. El contraste.
Esto es muy diferente a “lo nuestro” y está muy lejos. Un día de viaje separa esta zona del mundo de mi ciudad dorada –a la que extraño cada día– o del paraíso canario. Tenía razón quien empezó a sumarle ceros a los kilómetros –incluso antes de tiempo-. Eso sí, yo sigo divagando de vez en cuando con los mismos de siempre a 10000 km de distancia –pero cerca–, cantando las mismas canciones y esperando que vengan pronto. Ya lo veis, en Hong Kong hay de todo.
Texto:
Laura Ledo
@lauraledo7
Publicado originalmente :
frenandoladeriva.wordpress.com