2015: Gracias, año agridulce

Por Laila M. Rey

Este ha sido un año agridulce. Dejé un trabajo seguro en abril, con un sueldo razonable cada mes, para convertirme en freelance y hacer lo que siempre había querido: periodismo. Gracias a la visita inesperada de un fotógrafo conseguí publicar varios artículos en un periódico español que, tras un pequeño susto y una visita a los servicios de seguridad, acabó acreditándome en el país. Por fin pude trabajar legalmente, con tarjeta de periodista y residencia por el periodo de un año. Ha sido la primera vez en todo este tiempo que no he tenido que preocuparme en renovar mi visado o pensar por qué frontera voy a cruzar para poder seguir en Jordania. Haber conseguido eso me ha dado cierta seguridad que no había disfrutado hasta entonces. Ahora puedo moverme por el territorio sin pensar si llevo o no el pasaporte dentro de mi pequeña riñonera, que llevaba siempre bajo la ropa por precaución. Ahora basta con enseñar mi tarjeta de residencia para que se abran todas las puertas.

He entrevistado en árabe a decenas de personas, sobre todo refugiados que huyen de la violencia de Irak y de Siria. He conocido el horror de tantas maneras que ya no estoy segura de si los testimonios me perturban tanto como al principio. He conseguido hacer coberturas sobre una de las organizaciones que más está ayudando a los heridos de guerra: Médicos Sin Fronteras. He viajado al norte del país para conocer de cerca las consecuencias de los barriles bomba que Bashar al Asad lanza contra su propia población indiscriminadamente, recogiendo las palabras de los supervivientes, casi tan demoledoras como los rostros demacrados que las contaban.

Personal de Médicos Sin Fronteras haciendo ejercicios fisioterapéuticos a heridos de guerra. Foto: Isidro Serrano Selva.
Personal de Médicos Sin Fronteras haciendo ejercicios fisioterapéuticos a heridos de guerra. Foto: Isidro Serrano Selva.

También he escuchado a los refugiados cristianos de Irak, que lo han perdido todo ante el avance del ISIS. Hemos vuelto al convento donde el Padre Jalil sigue trabajando para darles alimento todos los días y educación a los niños gracias a la ayuda de Cáritas, en una situación de nula esperanza de retorno. Viven en el recuerdo, entre las fotografías de lo que era su vida. Tuve la suerte de entrevistar a un caricaturista jordano, Osama Hajjaj, amenazado de muerte por esta panda de desalmados, que no son ni Estado ni Islámicos y que han secuestrado la voluntad de la población que tienen bajo su mandato.

He conocido a niños como Zein, con el rostro devastado por el fuego por el conflicto de Yemen; a una mujer siria que había perdido las dos piernas y que lo único que quería era volver a su país para rencontrarse con sus 6 hijos, sobre todo con el pequeño que apenas tenía un año. Nunca olvidaré cómo me pedía que escribiera que los civiles necesitan una zona de exclusión aérea o de lo contrario seguirían muriendo bajo la artillería del régimen.

Ser freelance es lo peor y lo mejor que me ha pasado en la vida. He tenido que buscar un trabajo alternativo para poder mantenerme económicamente. Afortunadamente me aceptaron en el Instituto Cervantes y siempre que hay alumnos suficientes, me asignan algún curso. Como normalmente tengo dos clases a la semana, puedo dedicar el resto del tiempo a seguir buscando historias. Pero sigo sin llegar a fin de mes. He echado tantos currículums que he perdido la cuenta. Y aunque disfruto de la acreditación del periódico, durante los últimos meses la sección de internacional de dicho diario ha dejado de contestar a mis emails. Es el medio que me acredita pero ahora escribo para otros. No sé si es bueno o malo porque cuando los otros compran mis temas, pagan mejor.

La espera es el proceso por donde se escapan todas mis energías. Después de haber trabajado durante semanas, consiguiendo el permiso de la ONG, después el de las autoridades, que los entrevistados den su consentimiento y encontrar esa historia que pueda hacer de percha con la actualidad para que el medio te la compre, pasar un día entero sin comer entrevistando en dos idiomas a la vez para llegar a casa y ponerte a escribir, seleccionar las fotos y mandarlas. Un día, dos días, tres días. Buscas consejo entre tus colegas y te dicen que “en la redacción están muy ocupados, prueba otra vez”, “¿Por qué no llamas o cuando vuelvas a España te pasas por la redacción?” Así pasan los días hasta que un día te encuentras esa misma noticia colgada en la web con información de agencias, sin testimonios, con fotos también de agencias, quizá de un niño que ni siquiera es nacional de ese país. Y piensas: “Con toda la cercanía que hubiera aportado y han publicado este texto que sólo distancia más al lector”.

Acampada de refugiados sudaneses frente al edificio de ACNUR en Amman. Foto: Isidro Serrano Selva.
Acampada de refugiados sudaneses frente al edificio de ACNUR en Amman. Foto: Isidro Serrano Selva.

En este periodismo de hoy en día, prima la información rápida: que 12.000 personas se encuentran bloqueadas en la zona desmilitarizada entre Siria y Jordania, pues copio y pego de la nota de prensa de la ONG y punto. Si tengo a un colaborador aspirante a periodista en el país que quizá pudiera llegar hasta ellos me importa bastante poco. Porque refugiados intentando entrar a otro país hay muchos y no quiero saturar a mis lectores. Al final tengo que pensar en lo que se consume y la gente prefiere ver el último video viral que está dando la vuelta al mundo.

De lo mejor que me ha pasado es sin duda trabajar como fixer para una cadena de televisión nacional que hizo un tema sobre los refugiados que no pueden llegar a Europa. Trabajé gestionando los traslados, consiguiendo buenos testimonios y haciendo de traductora durante las entrevistas. Durante dos semanas me sentí parte del equipo del programa, famoso por sus denuncias sociales en España. Se emitió uno de los especiales con mayor profundidad y mejores testimonios sobre refugiados sirios en Jordania que conozco. Me sentí feliz por tener la oportunidad de trabajar junto a grandes del periodismo. Pero toda la ilusión se esfumó durante los dos meses siguientes, cuando me di cuenta de que no iba a cobrar nada de lo acordado hasta finales de año. Y aún sigo esperando. Ojalá pudiera explicar lo que significa para un freelance cobrar con tanto retraso. Mientras ves a la gente de tu alrededor comprando regalos, reservando billetes de avión y planeando con ilusión las vacaciones y tú sólo piensas en qué vas a comer la semana que viene. Ser freelance es estar en el paraíso y en el infierno al mismo tiempo.

Panorama_Isidro Serrano Selva
Vista panorámica del campamento de refugiados de Zaatari. Foto: Isidro Serrano Selva

Ha sido un año increíble, un año agridulce, un año lleno de cambios y saturado de emociones contradictorias. Y entre toda esta vorágine de acontecimientos, al menos algo ha permanecido inalterable. Enrique, el expatriado que hacía poco escribía para este mismo espacio desde Arabia Saudí, me acompaña en esta locura y en este país. Ha sido el hombro donde he reído y llorado, el abrazo que necesitaba en momentos muy difíciles y el apoyo incondicional que tanta falta me hacía. Ha sido capaz de quedarse despierto hasta altas horas de la madrugada esperando a que terminara un texto. Y no podía dejar que se acabara el año sin agradecérselo. Gracias por este año agridulce y por los que vendrán. Y tampoco puedo olvidar al personaje más chiflado que he tenido la suerte de conocer este año: mi compañero fotógrafo Isidro Serrano, con el que he compartido ya muchas aventuras y con el que espero tener la fortuna de compartir muchas más dentro de nuestra nueva plataforma INSAN MEDIA MIDDLE EAST, que saldrá en Enero y que tratará de dar cobertura con enfoque humano al drama que viven miles de personas en esta región del mundo. Allá vamos.

Texto
Laila M. Rey
laverdadtrasvisible.blogspot.com
@laila_mu

Fotos
Isidro Serrano Selva

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