Por Laila M. Rey
Durante las últimas semanas, la cobertura informativa de los países europeos ha girado en torno al pavoroso ataque en París contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, así como al secuestro y asesinato de varios rehenes en una tienda kosher. La vileza de los ataques, directos al corazón de los ideales franceses –liberté, egalité, fraternité- ha generado un debate en los medios, más apasionado que intelectual, donde se defienden a ultranza la libertad de expresión o los verdaderos valores del Islam. En Jordania, el caricaturista Emad Jajjaj se solidarizó con sus compañeros de profesión dibujando contra la violencia a través del dibujo que abre esta entrada.
Muchos artistas y activistas musulmanes se encargaron de demostrar que la religión y la libertad de expresión no están reñidas, a veces todo lo contrario. Residentes de los países con más restricciones de libertades del mundo, no tardaron en solidarizarse con la capital europea donde germinó la revolución francesa. Muchos llevan años siendo ignorados y hasta silenciados por los países del otro lado del Mediterráneo, intentando denunciar los atropellos a la libertad y a la justicia que sufren por parte de sus propios regímenes totalitarios. Por no hablar del propio terrorismo fundamentalista de Al Qaeda, Boko Haram, Talibán o Estado Islámico, cuyas principales víctimas son musulmanes. No dejaba de ser un sarcasmo que, desde Europa, exigiéramos a las principales víctimas del terror que se solidarizaran con nuestro dolor mientras seguimos ignorando el dolor ajeno.
Por otro lado, la marcha de París, liderada por varios representantes políticos y monarcas de Europa y Oriente Medio; que tenía como objetivo rechazar el terrorismo yihadista y defender la libertad de expresión, resultó una ironía aún más difícil de tragar para los civiles de esta región, especialmente por la participación del primer presidente israelí Netanyahu, el embajador saudí o del propio rey jordano Abdullah II. En un lúcido artículo del jordano Dahaa Ali se preguntaba “¿qué pasaría en Jordania si publicáramos una caricatura donde se viera al Rey siendo ridiculizado (…). El código penal tipifica cualquier ataque al Rey directa o indirectamente –o que afecte a la dignidad de su majestad- y se coloca en el apartado de “alargar la lengua” y que puede condenarte de uno a tres años de cárcel?”. El artículo se titulaba Los líderes de la marcha de París: juntos contra la lógica.
Ahora que todos somos Charlie Hebdo (#JesuisCharlie); deberíamos recordar también otros medios de comunicación que luchan para que las voces críticas tengan espacios donde expresarse. El artículo de Dahaa Ali fue publicado en la revista online 7iber, un medio alternativo de calidad que lleva años luchando para constituirse legalmente en Jordania. Uno de sus cofundadoras, Lina Ejeilat, explicaba aquí el por qué. El gobierno eliminó el bloqueo a su web hace tan sólo unos meses. Entre sus propuestas, podemos encontrar actividades culturales semanales, reportajes sobre los presos políticos o la violencia de género o debates de los temas candentes del momento, que se celebran en su cafetería, cerca del primer círculo. Otros medios que ya se han afianzando como modelos alternativos son Radio Al Balad o Ammonews.
Si algo he observado durante estas semanas con pavor es la construcción narrativa del diferente, del otro, del supuesto enemigo, de cómo los prejuicios construyen un ideario que favorece a ciertos sectores políticos a costa del miedo y de la ignorancia de los ciudadanos. Se hablaba sin conocimiento del Islam, algunos artículos de periódico hablaban de una guerra para salvar nuestros valores occidentales. Pero se nos olvida que, en cuanto a libertad se refiere, hay una auténtica yihad en Oriente Próximo (ejemplos aquí y aquí) y es en contra de sus propios opresores. No habría suficientes hashtag para nombrarlos a todos.
No quería terminar este texto sin contar antes una anécdota. Estaba entrevistando a la abogada y activista Eva Abu Halaweh, que se dedica desde la organización que ella misma creó, Mizan, a defender legalmente los derechos de las mujeres en Jordania. Uno de sus comentarios fue muy revelador sobre cómo se instrumentalizan las creencias religiosas: «Un señor vino una vez a recriminarme que me metiera en los asuntos privados entre él y su mujer y que eso estaba prohibido en el Islam. En cambio, es precisamente mi religión la que me obliga a luchar contra las injusticias que se cometen en su nombre por aquellos que no la entienden.»
Autora Laila M. Rey