Por Natividad Gálvez
Tener una familia y cuidar de ella conlleva muchas renuncias, si no que se lo digan a Mónica Oriol que ella lo sabe bien. Yo no tengo a otra mujer interna emigrante por cada uno de mis hijos, sino que la que tuve que emigrar fui yo. Quizá y entre otras cosas porque en mi país, además de estar en edad fértil, se consideraba que sobrábamos algunas personas que ya no podíamos ser explotadas con facilidad; así que en mi caso y en el de miles de mujeres, solo tuvimos que renunciar a nosotras mismas como profesionales y trabajadoras remuneradas. Nada más que lo que siempre había sido, antes y después de ser madre.
Los que hayáis leído los anteriores artículos de esta aventura nuestra de la expatriación económica a la española, ya conocéis que es una historia que se escribe en clave familiar. Es cierto que hemos hecho equipo y en este año largo en Bruselas hemos ido ganando, perdiendo y quedando en tablas. Día a día vamos superando algunos retos como…, la enorme barrera del idioma, hacernos amigos, adaptarnos a almorzar a las 12.00h y llegar a tiempo a las tiendas antes de que cierren a las seis de la tarde… Y lo más importante, aprender a valorar el apasionante mundo de “les frites belges”.
En algunas cosas hemos triunfado; como por ejemplo en el cole. El curso lo pasamos con sobresaliente y un idioma a las espaldas para esas dos caritas asustadas, que ahora controlan la lista monárquica belga y las diferencias entre valonios y flamencos como si hubiesen estado aquí toda su vida. Aunque alguna vez, al irlos a recoger, los he visto corriendo por el patio celebrando un gol y cantando….. “Yo soy español, español, español”.
En otras no nos ha ido nada mal. El trabajo de él es bonito, interesante, motivador, en ambiente multicultural -que es como llaman cuando trabajas con más de tres nacionalidades alrededor y te tienes que entender con ellas, sus costumbres, sus culturas-. No es ninguna tontería, porque aun siendo europeos somos diferentes, “cada uno de su padre y de su madre”, como diría la mía.
Y bueno, de momento el trabajo no falta y el sueldo nos otorga una dignidad que en nuestro país natal se empeñan en despojarnos. En este sentido muy al contrario de nuestra experiencia en Bruselas, donde el trabajador cualificado español es más que bien considerado, al menos en el contexto de las instituciones europeas. Desde luego, si esto fuese así en España no estaríamos aquí, estaríamos clarísimamente allí.
Y bueno, una vez todos a salvo y en la orilla, ahora sí.
Miré a un lado y a otro y me dije a mí misma: “Me toca”.
Y ustedes dirán, ¿qué hiciste tú mientras? Algunos aquí nos llaman “euromaris”, porque somos muchas las emigrantes que por las mañanas nos dedicamos a hacernos horas y horas de idiomas en la EPFC (Ensegnement de Promotion et de Formation Continue). Salimos corriendo de casa, nos metemos en clase, consumimos lenguas (en mi caso 600 horas de inglés y francés), salimos corriendo de clase, hacemos la compra y las gestiones, comemos, salimos corriendo de casa, recogemos a nuestros hijos y nos vamos corriendo al fútbol, música, teatro….. Ahí descansamos un poco. Salimos corriendo a casa, duchas, cenas….., y es entonces cuando -en ese momento del día- nos acordamos de Mónica Oriol y su frase sobre el “esfuerzo diario” de la mujer para la empresa. ¿A que es lo mismo que en Sevilla? ¿Y que en Nueva Delhi? ¿Y que en Hong Kong? ¿Casablanca? ¿Moscú?… Yo pensaba que no, pero he tenido compañeras en los cursos de idiomas de todas estas ciudades y estaban en mi misma situación: ¡Primera sorpresa! Es cierto que también tuve dos compañeros hombres de Turquía y Colombia, que se encargaban de su familia mientras sus mujeres trabajaban en sus embajadas.
Pues sí. Todas ellas (y ellos dos) se esfuerzan, señora. Al parir a sus hijos, al trabajar fuera de casa y al renunciar a mucho por cuidar de sus familias, al dejar sus países y al intentar con insistencia estudiar para volver a conseguir un trabajo.
Y aquí, SÍ…… Sí, sí, sí, sí!!!! Bélgica me volvió a dar un Número de la Seguridad Social. Ahora también yo tengo mi trabajo en Bruselas. Trabajo en Proyectos Europeos, trabajo para fomentar la formación a lo largo de la vida, y paradójicamente trabajo para poner en valor la experiencia de los trabajadores mayores de 50 en esta “Vieja Europa”.
¿Que si es en español? Es en español, en francés y en inglés. Así que…., no os preocupéis, ya tengo mi trabajo, he conseguido volver a mi status de persona valiosa de población activa. Sigo saliendo de casa por las mañanas, me meto en el trabajo, salgo corriendo, me meto en clases de inglés, salgo corriendo, recojo a mis niños, los llevo a sus actividades, y cuando llego a casa, pienso que por mucho que la igualdad en Europa y en mi familia “parece estar asumida”, por mucho que una mujer defienda su independencia económica, intelectual y profesional, por mucho que esto sea un acuerdo familiar…., UFFFFFFFFF!!!!! Qué agotamiento.
No es ella la que ayuda a él, ni la que pregunta a él, ni la que espera a que sea él el que diga…. “mañana habría que ir a comprar ropa a los niños” ….. Aún en Bruselas, Moscú o Sevilla…., el matiz viene después.
Ánimo a todas las mujeres expatriadas que lo vuelven a tener el doble de mal y aún así deciden defender su propio espacio, “también” y “además de”... Y ánimo a los hombres que hacen lo que pueden y también lo intentan aunque sea difícil. De los hijos/as de ambos es el futuro.