Por Ignacio Urquijo
«¡El alemán es una cebolla!» La metáfora, no demasiado complicada, se me ocurrió montando en bici. Gracias a que Berlín es una ciudad amable para las bicicletas -carriles especiales en casi todas las calles, semáforos particulares para los ciclistas, automóviles que suelen ceder el paso…-, he podido madurar la idea mientras pedaleaba: «El alemán no es más que una cebolla con todas sus capas, mientras que el inglés es como un arito frito, simple y fácil de tragar. En cambio la cebolla cruda requiere una determinación de hierro y derramar alguna lagrimilla para acabar con ella».
Ambos idiomas pertenecen al grupo de las lenguas germánicas. Y se nota. Pensad por ejemplo en una palabra tan común como ‘hermana’. En inglés se dice ‘sister’. En alemán, ‘schwester’. Fonéticamente son similares, ortográfica y gramaticalmente no. Así sucede con muchas otras palabras. Y eso te hace pensar que, quizá, como ya conseguiste aprender inglés, te resultará más sencillo el alemán. Pues no, porque como ya comentaba, el alemán se ha arropado con tantas capas que poco se parece ya al inglés. Una de las diferencias fundamentales es el género de las palabras. Mientras que en inglés usan el mismo para todos los sustantivos -‘the worker’ para el trabajador y la trabajadora, ‘the student’…-, el alemán contiene tres géneros, tres, porque también usan el neutro.
Ahora es cuando uno piensa, «bueno, en español también tenemos géneros, el plátano, la alcachofa… No debe de ser muy complicado». Craso error. El plátano en alemán es femenino y, oh sorpresa, resulta que los alemanes usan el neutro de una forma bastante desconcertante. Por ejemplo, las chicas son neutras hasta que alcanzan edad de merecer.
No soy el primero en fracasar buscando patrones en la lengua alemana. Mark Twain dedicó largas jornadas a aprender el idioma. Sus resultados fueron desiguales pero al menos le sirvió para redactar un ensayo con el clarificador nombre de ‘El horrible idioma alemán’. En él dejó escrito, entre otras perlas, lo siguiente: «seguramente no hay otro idioma que sea tan descuidado e ilógico, tan resbaladizo y elusivo para la comprensión. Uno se ve arrastrado por él de aquí para allá de la manera más impotente».
No obstante, tampoco hay que ser tan duros. Sí es cierto que el alemán es más complicado que el inglés, pero no más que otras lenguas contemporáneas. Y debemos ser conscientes de que tenemos una ventaja enorme con respecto a otras nacionalidades. «Alemania y España comparten rasgos culturales que ayudan a que al estudiante español le resulte más sencillo que a un coreano entender el espíritu del idioma», aclara Thomas Steinbach, profesor de alemán. Thomas en realidad no considera que la gramática sea la parte que más se nos atraganta a los españoles, sino la fonética.
Particularmente, le doy la razón en que las vocales con diéresis, ä, ö, ü, requieren una contorsión de lengua que todavía no he podido alcanzar. Pero él tiene que reconocernos a nosotros que al principio cuesta pillarle el tranquillo al mismo hecho de pedir un café, ya que el artículo de las palabras varía no solo en concordancia con su género, sino también con su caso. Así, un café en nominativo se escribe ‘ein Kaffee’, pero en acusativo hay que decir ‘einen Kaffee’, en dativo ‘einem Kaffee’ y en genitivo ‘eines Kaffee’ (si no me equivoco…).
Se mire por donde se mire, resulta irrefutable que una buena cebolla es mucho más nutritiva que los aritos del Foster’s Hollywood. Si consigues alcanzar un nivel aceptable, «el alemán es un idioma maravilloso», comenta Laja Destremau, francesa y políglota. «Quizá no suena tan bien como el italiano, pero es increíblemente preciso. Tienen una palabra para cada sentimiento y, cuando no la tienen, siempre pueden unir dos vocablos sin sonar raro. Es cierto que resulta muy difícil de aprender, pero una vez que lo dominas, es un placer jugar con él».
La metáfora de la cebolla siguió creciendo en mis viajes ciclistas: «claro, durante la bonanza podíamos permitirnos vivir con los aros de cebolla, pero ahora no nos queda otra que volver a las cebollas crudas». Veremos qué sale de todo esto. Mientras tanto, echo de menos el jamón.
P.S. Durante los primeros meses de mi lucha con el alemán, encontré a un adorable compañero de viaje: el protagonista de esta serie de la BBC de los 90, Nicolai Antonescu, cuyo mayor terror en este mundo es responder al teléfono en alemán. Estamos contigo Nico.
http://www.youtube.com/watch?v=4lk9rS7n-4Q
P.S.2: Otros enlaces a recursos que me han ayudado:
Para vocabulario: Memrise.
Para gramática: cursos online por niveles en la Deutsche Welle.
Para leer cuando tengas algo de soltura: artículos adaptados de la Deutsche Welle.
Para practicar el hören: si te ves motivado, Radio 1; si te apetece algo más entretenido, canciones.
Para los domingos por la tarde: películas, aquí van un par en alemán con subtítulos, El Experimento y Corre, Lola, corre (fotograma al que pertenece la fotografía que encabeza este artículo).
En general: tomártelo con calma y hablar aunque sea con errores. Ellos también los cometen.Si tienes algo más que te haya servido, la sección de comentarios está abierta para que nos echemos una mano…
Autor
Ignacio Urquijo Sánchez
www.ignaciourquijo.wordpress.com
@nachourquijo
Una versión de este artículo fue publicado originalmente en El Periódico Extremadura.