Aterrizar acongojado

Por Ignacio Urquijo

Acababa de empezar abril y a pesar de eso el panorama era desolador. Nos acercábamos al aeropuerto de Berlín y, mirara hacia donde mirara desde la ventanilla, solo podía ver hectáreas y hectáreas de un manto blanco. «Hay mucha nieve», le comenté aterrado a mi compañera de asiento, una alemana a la que había escuchado chapurrear algo de español con el personal de vuelo. «Hace nieve desde meses», me contestó con una sonrisa apaciguadora que no consiguió relajarme. Fuera, el frío se hizo mucho más evidente. Mi viaje, que había comenzado unos días antes en Cáceres -y donde por cierto estuvo a punto de acabar, el tren se paró en algún punto cerca de Cañaveral y allí nos dejaron sin ninguna explicación seria durante más de dos horas- por fin había terminado.

Una vez en Berlín, necesitaba cubrir tres necesidades básicas: alojamiento, trabajo y alemán. Como cada uno de estos tres campos daría para su propia página, nos centraremos esta vez en el tema más de moda, el laboral. Antes me gustaría aclarar algo: uno piensa que sabe algo de alemán, gracias a las clases que recibió en el colegio, hasta que se encuentra en Alemania y se da cuenta de que lo único que ha entendido en su primera semana ha sido «¿Tienes fuego?». Lo cual no es muy útil si no fumas.

Pareja paseando durante un temporal de nieve en Berlín
Pareja paseando durante un temporal de nieve en Berlín

Berlín es la capital de su propio länder o estado federal, una anomalía dentro de la configuración territorial debido a su reducido tamaño. A pesar de que no es el länder donde residen más españoles (algo más de 6.300, muy alejado de Hesse o Baden-Wuttemberg, con más de 17.000 nacionales cada uno), sí es en el que se hallan más concentrados, ya que la región de Berlín es diez veces más pequeña que la mayoría del resto de estados federales. Esto provoca que la densidad de español por metro cuadrado en Berlín resulte abultada y que las posibilidades de encontrarse con algún compatriota por la calle sean bastante altas. Ahora mismo, por ejemplo, en la cafetería desde la que estoy escribiendo estas líneas, tengo junto a mí a tres diseñadoras de moda hablando en castellano sobre conceptos textiles que tampoco entiendo.

El hecho de que la comunidad de españoles en Berlín sea tan grande ha producido una consecuencia lógica y contra la que hay que luchar si queremos aprender alemán: los españoles hacemos piña. Pero eso también tiene su vertiente positiva, ya que podemos echarnos una mano. Una muestra de esta solidaridad 2.0. es Berlunes, una web que empezó como blog y que en la actualidad es un salvavidas para todo recién llegado a la ciudad. Con el sobrenombre de «Ellos tienen Mallorca, nosotros tenemos Berlín», la página ofrece información práctica e historias pedagógicas sobre la ciudad, la mayoría de ellas escritas en un tono satírico bastante divertido y sobre todo muy directo.

Una de sus entradas más leídas se titula ‘Emigrar a Berlín a la aventura’ y en ella lanzan una sentencia bastante desalentadora: «Berlín es comparable a España en términos laborales y por lo tanto es un mal sitio para buscar trabajo a la aventura». Advierten de que no vale con saber simplemente inglés para encontrar un buen trabajo y avisan de que el paro en la ciudad es alto en comparación con el resto de Alemania. El país cuenta con un 5,30 por ciento de paro entre su población activa, mientras que en la capital germana llega al 16 por ciento. Desde luego, estas cifras parecen irrisorias en comparación con los 6 millones de parados de España, pero lo que intentan desde Berlunes es ahorrarle el mal trago a los españoles que ven Berlín como una solución sencilla. Se necesita un plan estructurado y perseverar (ya saben, mucho ‘durchhalten’) para alcanzar una calidad de vida en Berlín a la que nos acostumbramos en nuestro país durante los locos primeros años del siglo XXI.

Un par de semanas después de mi llegada, a mediados de abril de 2013, por fin se asomó algo el sol. Los alemanes lo celebraron con palmas y sonrisas. La nieve empezó a retirarse y conocí a un paisano cacereño que no solo llevaba viviendo diez años en Belín, sino que además estaba a punto de inaugurar su propia empresa. Sentí que había esperanza.

Pie de la foto de portada: un pintor retoca su obra sobre el muro de Berlín, en la conocida como ‘East Side Gallery’

Este artículo fue publicado originalmente en El Periódico Extremadura.

Autor (texto y fotos)
Ignacio Urquijo Sánchez
www.ignaciourquijo.wordpress.com
@nachourquijo

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