El entusiasmo de Angelika Bohn por todo lo relacionado con el aprendizaje de idiomas se nota desde el primer minuto de la conversación. Nos contesta a esta entrevista desde Stuttgart, ciudad desde la que imparte clases de alemán y escribe sus novelas dirigidas a estudiantes de este idioma. No es fácil escribir novelas en alemán para lectores que están luchando con el aprendizaje del acusativo y el dativo, pero ella sabe hacerlo y lo demuestra en su ya docena de títulos. Sabe lo que el lector necesita porque ella misma ha estado al otro lado, tanto como estudiante de varias lenguas como por haber vivido en varios países durante su vida.
He visto en tu biografía que has vivido en Bélgica, Rumanía, Canadá… ¿Vivir en otros países te influyó en tu decisión de escribir libros para personas que están aprendiendo otros idiomas?
Cuando vas a otro país, lo primero con lo que tienes que lidiar es el idioma, porque somos seres humanos, necesitamos comunicarnos, y cuando estás en el extranjero, no es fácil desenvolverse al principio, tienes que preguntar, comunicarte con la gente, y puede ser un gran obstáculo si no sabes el idioma. Siempre te sientes como un niño, como si tuvieras unas esposas, no puedes hablar, no puedes expresarte. Tomamos nuestros idiomas maternos por sentado porque nacimos hablándolos. Desde muy pequeños ya podemos hablar sin realmente tener que poner ningún esfuerzo, porque simplemente absorbes tu lengua materna, por eso tomamos nuestros idiomas por sentado. Pero cuando vas al extranjero y te enfrentas a un nuevo idioma, entonces los problemas comienzan. E incluso aunque aprendemos inglés o francés en el colegio y pensamos que hemos “conquistado” el idioma, en realidad no.
Cuando vas al extranjero te das cuenta de que es otra historia completamente diferente. Por eso, cuando vas a vivir a otro país, lo más importante es aprender el idioma como punto de partida para todo lo demás. Y para hacerlo necesitas ponerte a ello y leer es una herramienta muy buena. Está incluso científicamente probado que aprendes muchísimo cuando lees, tanto expresiones de vocabulario, como estructuras gramaticales. Leer es básicamente la habilidad más importante, la forma más efectiva para aprender un idioma. Comencé este proyecto en 2015 porque me di cuenta de que la mayoría de los libros para estudiantes de alemán que existían eran muy finos, unas treinta o cuarenta páginas como máximo, y entre los capítulos siempre había ejercicios gramaticales que interrumpía la lectura y además provocaba que la historia fuera muy corta. Es muy complicado contar una historia en 30 páginas. Y además noté que muchas de ellas estaban escritas como si el público fuera infantil. Eso me llevó a comenzar este proyecto.
Precisamente eso era algo que quería comentarte. Uno de los aspectos que más me gustan de tus libros es que tratas al lector como a un adulto. Tus historias retratan a adultos a través de personajes con problemas reales.
Gracias, ese era mi objetivo. En mi opinión, la los adultos que estudian un idioma ya no son niños, son gente que no conoce el idioma lo suficientemente bien. Por eso decidí que quería escribir libros que yo misma pudiera disfrutar leyendo en mi propio idioma. Así es como empecé este proyecto.
En la introducción de tus libros escribes sobre esto. Comentas que la historia viene primero y después ajustas el texto al nivel en el que deba estar escrita. ¿Cómo planeas escribir tus historias? ¿Cómo te viene la idea?
Una vez que estoy preparada para escribir un nuevo libro, busco una idea. Las ideas a menudo vienen, ya sabes, cuando estás paseando, lavando los platos o duchándote y cada vez que me viene una idea la apunto en un cuaderno. Así creó una lista de ideas y cuando estoy preparada para ponerme a escribir, elijo unas cuantas de estas ideas y las combino en una historia. Ese es uno de mis métodos, pero a veces no me gusta nada de lo que está en la lista, depende de mi estado de ánimo, y si no hay nada que me atraiga, entonces voy “de pesca”, y me pongo activamente a buscar ideas en periódicos, busco incidentes curiosos en internet o vídeos en Youtube y a veces simplemente oigo una frase, escucho a alguien diciendo algo y se te enciende una lucecita. Y así es como aparecen otras ideas. No creo que ningún autor pueda explicar cómo aparecen las ideas. A menudo leo entrevistas con escritores, la pregunta se repite, ¿cómo se te ocurren las ideas? Y responden que no saben, que simplemente aparecen. Probablemente estás abierto a que las ideas se te presenten, eso hace que estés más abierto a lo que escuchas en la calle o a las personas curiosas con las que te encuentras. Absorbes estos momentos y las historias se desarrollan en tu cabeza y te imaginas cómo actuaría esta persona, qué pasó antes de encontrártela en ese lugar, qué podría pasar después, y así nacen las historias.

Una vez que encuentras una historia interesante, lo cual ya es difícil, ¿cómo consigues rizar el rizo y mantenerla interesante a pesar de que tienes unas limitaciones a la hora de escribir relacionadas con el nivel, A2, B1, B2… ?
Lo primero es decidir el nivel que quiero utilizar. Una vez que lo he decidido, empiezo a escribir y pienso en las palabras que estos estudiantes saben, en la gramática que conocen. Ayuda mucho que soy profesora, por lo que ya sé qué palabras deberían saber en su nivel y qué palabras han visto, pero no han asimilado aún. Intento adaptar lo que estoy escribiendo, el vocabulario, la gramática, al nivel correcto. Es algo que hago durante el proceso de escritura, pero cuando termino vuelvo atrás y miro cada frase, cada una de las palabras, comprobando de nuevo y si no estoy segura miro el glosario del vocabulario que deberían saber.
En la introducción de tus libros escribes “no tengas miedo a las palabras que aún no conoces”. Comentas que la mayoría podrás entenderlas por el contexto. Teniendo en cuenta toda la experiencia que tienes enseñando idiomas, ¿qué consejo le darías a alguien que está pensando en aprender un idioma, pero piensa que no va a poder porque ha tenido malas experiencias en el pasado?
La primera cuestión a resolver es “por qué la gente tiene miedo de aprender nuevos idiomas”. Creo que el principal temor que tenemos como adultos es el de cometer errores. El miedo a quedar como tontos. Mucha gente tiene miedo a hablar en otro idioma, especialmente cuando hablas con un nativo. No nos da tanta vergüenza cuando hablamos con otras personas que también están estudiando el mismo idioma, pero cuando hablas con un hablante nativo, “¡oh, no, tierra trágame!”. Aparece el miedo escénico. Yo no soy una excepción. Yo estudio idiomas constantemente y sé que el temor principal es el de hacer el ridículo al hablar. Pero ese es un problema que solo tenemos los adultos, los niños no tienen ese problema, los niños experimentan y aprenden con mucha facilidad. Cometer errores no es algo malo, al revés. Yo de hecho animo a mis alumnos a cometer errores. Equivocarse es lo mejor que puedes hacer cuando estás aprendiendo un nuevo idioma, porque entonces puedes concentrarte en este error para analizarlo e intentar no volver a cometerlo en el futuro. Así que el mejor consejo para aprender idiomas que puedo dar es ponte a ello, no tengas miedo, porque no hay nada que temer. Habla, escribe. Si quieres mejorar el idioma, tienes que sumergirte en él. Y necesitas una motivación, si estás obligado a estudiar es más complicado.
Para mí, lo que más ilusión me hizo cuando conseguí aprender inglés, fue descubrir un nuevo mundo. Fue como abrir una puerta a un nuevo universo cultural de canciones, películas, libros y sobre todo gente con la que puedes comunicarte. Y no necesitas un nivel demasiado alto para llegar a ese punto, no necesitas hablar perfectamente para poder tener una conversación.
Exacto. Necesitas saber cuál es tu objetivo, hasta dónde quieres llegar, ¿solo quieres pasar dos semanas en un país? ¿O quieres ir a la universidad? Dependiendo de la respuesta, tienes que aprender de una forma o de otra. Con un objetivo y motivación ya tienes mucho ganado.
Autor: Nacho Urquijo
Fotografía: Angelika Bohn
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Este artículo no es una pieza publicitaria. Diario Expatriado no recibe directa o indirectamente ningún beneficio por la venta de los libros.