Por Nacho Urquijo.
Veo muy complicado que alguna vez pueda tirar una canasta en el estadio de los Chicago Bulls, o patear un balón por el centro del Camp Nou por donde también pasó Leo Messi, o devolver una pelota en la pista central de Roland Garros, tantas veces conquistada por Rafael Nadal. No sucederá, pero no solo porque mis condiciones físicas no me lo permitan (ya hace tiempo que dejé de soñar con ser joven promesa), sino principalmente porque estos estadios son lugares privados, en los que es necesario pagar una entrada para visitarlos desde la grada y en donde, en ningún caso, está permitido pisarlos como lo haría un deportista de élite. En Viena es diferente.
La capital austríaca fue el lugar escogido por Eliud Kipchoge para tratar de batir un récord que se suponía humanamente inalcanzable: correr una maratón en menos de 2 horas. Algo más de 42 kilómetros en 119 minutos, la mitad del tiempo que puede necesitar un corredor no profesional en cubrir el doble de recorrido. Una barbaridad que fue alcanzada por el atleta keniata el 12 de octubre de 2019.
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