Por Enrique Coto
Pero solo necesitaríais daros una vuelta por el desierto de Thumamah para ver sonrisas de familias que hacen un picnic donde la mujer no está obligada a vestir abaya, para ver los trajes al viento de hombres y mujeres jóvenes respirando libertad y velocidad a partes iguales a bordo de quads, y para sentir la milenaria arena suave de desierto deslizándose por vuestros dedos mientras observáis las rojas olas estáticas que tanto daño hicieron a grandes civilizaciones.
El desierto no juzga ni critica, solo ofrece lo mejor de sí mismo (pero como dice el refrán «hay amores que matan»). En el desierto no hay leyes y conocer gente nueva con quien tomar un té se puede convertir en una agradable sorpresa, porque la arena no conoce de enemigos ni de religiones.
El desierto no ofrece distracciones, permitiéndote compartir conversaciones, juegos con los niños y observar lo que en la ciudad de tráfico y ajetreo pasa desapercibido. Pero regala generosidad, ya que cualquier pequeño percance provoca que personas de varias nacionalidades arrimen su hombro para ayudarte.
Masalamah!
Texto y fotos
Enrique Coto
@Quioscore
http://taslocoirtetanlejos.wordpress.com/