Bucarest

El día que renuncié a mi nombre

El otro día me cambiaron el nombre por decimocuarta vez desde que salí de España. Ya no me llamo Nacho, ahora me llamo Hasem. Y lo más extraño de todo no es que alguien haya decidido efectuar ese cambio por iniciativa propia, sino que yo lo haya aceptado de buen grado y empiece ya a responder a ese nuevo apelativo. “Tu café, Hasem”, “Gracias, señorita, que tenga un buen día”.

Se ha escrito mucho sobre los problemas de adaptación de los inmigrantes a las nuevas culturas. Lo último, el absurdo debate sobre el burkini (que cada uno se ponga lo que le dé la gana para ir a la playa, ¿no?). No se habla tanto en cambio sobre la enorme cantidad de pequeñas concesiones que tiene que hacer un recién llegado para encajar en una nueva cultura. Y no estoy hablando de grandes cambios en el día a día, que se aceptan porque se esperan: está claro que si te mudas de país es muy probable que te empiecen a hablar en otro idioma. Hablo de los pequeños detalles, esos que parecen elementales para los que están acostumbrados a ellos, pero que representan el mayor reto para el que los desconoce.

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Bucarest

¿Por qué Bucarest?

Por Ignacio Urquijo

Vuelvo a España por Navidad y me encuentro con conocidos a los que hace tiempo que no veo, ni siquiera por Facebook (que ya es decir). Así que toca resumir tu existencia en un par de frases concisas, como si eso fuera posible, para ponerse al día de forma educada sobre los progresos vitales. Después de varios encuentros, puedo ya reconstruir el patrón de conversación: primero me preguntan por dónde ando ahora. Les respondo que por Bucarest. Acto seguido vienen ojos en blanco por parte de mi interlocutor. A veces provocados por el esfuerzo de discernir la diferencia entre Bucarest y Budapest (yo también solía confundirlos). Cuando por fin les confirmo que sí, que me he ido a vivir a la capital de Rumanía, lo siguiente que me suelen espetar es un sorprendido «¿por qué?». A veces, directamente, es un «¿para qué?», que es similar al por qué pero suele estar seguido por un «narices te has ido allí», o alguna palabra peor.

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