Por Ignacio Urquijo
Cada mañana, durante seis meses, tuve que cruzarme de camino a mis clases de alemán con una frase bastante desmotivadora: ‘Berlín no te quiere’ (escrita en inglés). Durante bastante tiempo procuré ignorarla, a pesar de que la frase en cuestión está pegada sobre un semáforo que nunca pillaba en verde.