Por Laila M. Rey
“Empecé a correr para dejarte atrás”, le confesé cuando volvimos a hablar. Sólo 10 meses antes, la persona que supuestamente me esperaba en Madrid para cuando terminara mi aventura jordana me comunicó que había cambiado de opinión. Experimenté eso por lo que todo el mundo pasa cuando te rompen el corazón. No era la primera vez y eso era muy bueno porque todavía guardaba intacto en alguna parte de mi interior el manual para ese tipo de urgencias: distancia para sanar heridas, sinceridad con los sentimientos y sobre todo tiempo, mucho tiempo.
Superar una ruptura sentimental es como una carrera de obstáculos y había descubierto que el running era el mejor remedio. Correr fue el salto cualitativo que necesitaba en Jordania. Gracias a que cada día llegaba cansada tras la paliza física, me dormía antes. Descansar mejor me motivaba para levantarme más temprano y seguir corriendo. Como quería correr cada día más lejos, empecé a comer mejor y dejé de lado hábitos poco saludables. Luego fui descubriendo que existen trucos para correr más rápido y que debía prepararme un plan de entrenamiento para ir mejorando. Lo hice. Gracias a ese plan de entrenamiento empecé a diseñar cada día para rendir al máximo. Aprendí por fin lo valioso que es el tiempo y la necesidad de esforzarse, cada día más y mejor, en todos los demás ámbitos de la vida.
Todos esos pequeños avances transformaron la percepción que tenía de mí misma. Descubrí que era más fuerte de lo que pensaba, que la soledad ya no me daba miedo, que sólo yo era responsable de mis sentimientos y que los demás tienen todo el derecho del mundo a cambiar de opinión, aunque te quiebren por dentro. El dolor es temporal, como las agujetas. Las heridas fueron sanando. Me sentía más feliz en mi piel. Todo eso fue necesario para asimilar que, meses después, un pilar importante en mi vida me decía adiós definitivamente. Aquel día terminó una etapa que me conducía a la madurez emocional.
Yo seguí corriendo y cumplí mi primer reto: la San Silvestre Vallecana. Fueron mis primeros diez kilómetros en una carrera popular. Gracias a mi prima Prado, que me animaba siempre a marcarme objetivos nuevos, empecé a pensar en el próximo desafío. Y durante estos meses tengo la vista puesta en la Media Maratón que se celebrará en el Mar Rojo en Diciembre. Ya no corro sola sino que he encontrado un grupo de jordanos tan locos como yo, que no les importa levantarse a las 6 de la mañana los fines de semana para correr: Runners Across Jordan. Gracias a ellos y sobre todo a su fundador, Amer AlOmari, pude formar parte de la organización de la Full Moon Desert Marathon el pasado 1 de mayo, que se desarrolla en Wadi Rum. Aquí el enlace de la crónica que escribí para Runners World Spain. Fue una experiencia apasionante y me animó para mi próximo reto: el año que viene correré la novena edición.
A veces pasar página es tan duro como correr por el desierto de Wadi Rum. Pero no importan las condiciones adversas, no importa que te sangre el alma, que te abrase el sol, que tu cuerpo traspire a raudales, que tus labios se resequen, que te piquen los mosquitos, que la arena se meta por dentro del calcetín o que el cansancio te impida dar un sólo paso más. Hay que seguir avanzando. El dolor es temporal como las agujetas. En la vida, como en una carrera, lo importante es no perder de vista la meta final. El camino no será fácil pero… nadie dijo que lo sería.
Texto
Laila M. Rey
laverdadtrasvisible.blogspot.com
@laila_mu