Por Adrián Badía
Ni vine aquí de manera intencionada, ni me esperaba que al final me tocase esta ciudad -si es que me tenía que tocar algo, que no estaba para nada seguro- ni tampoco me alegré especialmente al saberlo. De lo que me alegré fue de tener algo. Me encontraba una mañana en casa, mordisqueando un boli, y me llegó un correo. Éste decía que, al fin, mi currículum encajaba en algo. No me fue indiferente, pero tampoco me alegré. Eso ya me lo habían dicho antes, varias veces, destrozando días después las mariposas de mi estómago de un balazo de Magnum 44 al estilo Harry el Sucio. Más abajo, el correo decía que llamase a la agencia -placement.uk, seguro que muchos la conocéis- para una primera entrevista antes de enviar mi candidatura a la empresa. Así que llamé. Fue bien, y se pusieron en contacto con ella. Al día siguiente me hicieron la entrevista -era viernes- diciéndome que después del finde me darían una respuesta. También fue bien, así que esperé con buenas sensaciones -muy contraria a la espera de cuando sabes que la has liado, y buscas un milagro-, y el martes me dijeron que sí. Que te vengas a Inglaterra.
Así que por fin me iba, contento, no tanto por el lugar -había llegado un punto en el que me era indiferente dónde- sino por la oportunidad, y cogí mis apuntes de alemán, con la cara desencajada, y los tiré a la basura -llevaba apenas dos páginas, y no sabía ni presentarme-. Ya os recuperaré, si tengo que hacerlo. De momento me voy a Londres y empezaré a trabajar sin la barrera completa del idioma, lo cual lo mire por donde lo mire es una ventaja. Habrá tiempo de aprenderlo, pues siempre me ha gustado iniciarme en nuevas lenguas, pero ahora me será imposible. Así que nada. Supongo que de eso va todo, en cuanto a trabajar de lo tuyo se refiere: de que tengas la suerte, una vez expuesto al mundo laboral de la mejor manera posible -currículums currados, cartas de presentación personalizadas, etc- y haya una vacante y encajes en ella como anillo al dedo antes que el que viene detrás. A veces la línea la marcan segundos, caracteres, fotos inapropiadas, estados de humor o algún trabajo similar desarrollado con anterioridad. Por supuesto, primero está la formación para que puedan leer el título que buscan sin desecharlo, pero una vez pasada esa barrera, supongo que lo demás será lo expuesto. Esa pizca de suerte, tan grande a su vez, que hace que te cojan a ti y no a otro. Así que hice las maletas, busqué una room improvisada, y partí a London.
Llevo aquí casi un mes, y apenas conozco la ciudad. Así que quizás los que llevan aquí semanas, meses y puede que años, encuentren esta entrada un poco desnatada. Pero de eso se trata, y por eso accedí encantado a formar parte de este proyecto, como todos mis compañeros: para ver cómo vamos profundizando en las entrañas de cada una de nuestras ciudades a través del tiempo y las experiencias. Desde la ignorancia, hasta quien sabe qué.
Pues bien, vivo en Hayes. Zona 5 y a veinte minutos de autobús de la parada de metro más cercana. Y de ahí, más de media hora al centro. La casa no está mal, una pequeña habitación alquilada a una sexagenaria a la cual traje tanto tabaco del Dutty Free como me cupo en la maleta, así como una botella de Jack Daniels de litro que me requisaron en Bruselas. Pero es que, iluso de mí, no pensé que al cambiar de avión podía haber otro control. Y con cinco minutos de margen no te da tiempo a volver a salir. Así que aterricé en Heathrow algo mosqueado, con treinta euros menos y aguardando a un amigo de mi casera que se supone me haría de taxista. Pero allí, esperando en el Level 1 de la Terminal 1, pasó algo que hizo que sonriese, olvidando que había dejado lejos a mi gente: empezó a sonar Hey Jude en los altavoces que, para mi asombro, había en la zona de recogida de viajeros, al aire libre. Así que las cosas empezaron a ir a mejor.
Como decía, mi zona está alejada. Al encontrarse cerca del aeropuerto, apenas hay británicos. Y como aún ni sé diferenciar las múltiples etnias que habitan el lugar, mejor me callo la boca. Pero no es que haya muchas actividades o mucho que hacer por aquí. Así que tras dos semanas de asentamiento en el trabajo, trámites, etc., este fin de semana me decidí a ir, por primera vez, al centro. A la Londres de verdad. Sólo mencionaré dos anécdotas, ya que aún no he tenido oportunidad de vivir muchas más.
La primera, subir desde la boca de metro, ya de noche, y encontrarme de frente con los letreros luminosos de Piccadilly, casi nueve años después, para luego coger un ascensor a una disco en Leicester Square, y tomarme unas pintas con unos amigos viendo de fondo la noria y el reloj. La segunda ocurrió horas antes, llegando a South Kensington en la Circle Line. Sólo me separaba una parada de mi destino, y al subir vi a un hombre un vagón más allá. Pelo largo y cano, descuidado; ropa larga y desgarrada y cabeza gacha, tocando una vieja guitarra. Me acerqué como pude, fingiendo mirar el mapa en los techos del metro -pésimo disimulo, pues creo recordar que había uno cada dos pasos- y le escuché tocar y cantar.
No conocía la canción, pero lo hacía francamente bien. Me bajé del tren con un deje de nostalgia. El caso es que, cuando volví a subir horas después, aún seguía allí, dándome la falsa ilusión de que me había estado esperando, y haciendo que me preguntase si no estaría dando vueltas en la circular, guitarra en mano, durante toda la mañana, tarde o noche. Dotando a aquella línea, como otros elementos lo hacían con toda la urbe, de una belleza imperecedera, inmutable. Después de todo es una magnífica ciudad, pensé, recordando los paseos de aquella mañana por el Támesis, el camino desde Tower Bridge hasta St. Paul para luego cruzar el puente que destrozaron los mortífagos, y el paso por múltiples lugares antes de terminar frente a Westminster. Y, cuando me volví a acercar al guitarrista, esta vez más, antes de bajar para hacer el transbordo, vi que no había lugar donde dejarle moneda alguna. Así que abrí la cartera, volví a meter el pound dentro, y cambié de línea.
Autor (texto y fotos)
Adrián Badía
@AdriBadia
leondeflandes.blogspot.co.uk/
Una gran entrada. Con ganas de más 🙂